Después de un análisis de desastres naturales en 141 países se detectó que las mujeres y las niñas tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres debido a las diferencias de género y a las desigualdades existentes relacionadas con sus derechos económicos y sociales.
Por otro lado, el estudio detectó que en las sociedades en que mujeres y hombres gozan de los mismos derechos, los desastres naturales causaron el mismo número de decesos en ambos sexos.
Por ejemplo, el estudio detectó que los niños recibieron un trato preferencial durante las labores de rescate y, después de los desastres, tanto las mujeres como las niñas sufrieron más por la escasez de alimentos y recursos económicos (Neumayer y Plümper, 2007).
En 1991, durante los desastres del ciclón en Bangladesh, el 90% de las personas que murieron eran mujeres (140,000). (Ikeda, 1995).
En los países industrializados, murieron más mujeres que hombres durante la ola de calor que afectó a Europa en 2003. En Francia, la mayoría de las muertes se produjeron entre mujeres mayores. (Pirard et al., 2005).
Durante la emergencia causada por el huracán Katrina en los Estados Unidos, la mayoría de las víctimas atrapadas en Nueva Orleans eran mujeres afroamericanas con sus hijos, el grupo demográfico más pobre de esa parte del país (Gault et al., 2005; Williams et al., 2006).
En Sri Lanka, fue más fácil para los hombres sobrevivir durante el tsunami porque a los niños y no a las niñas, se les enseña a nadar y trepar a los árboles. Este prejuicio social reduce las probabilidades de que niñas y mujeres sobrevivan a futuros desastres (Oxfam, 2005).
La condición nutricional determina la capacidad para hacer frente a los desastres.
Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir malnutrición porque tienen necesidades nutricionales específicas cuando están embarazadas o amamantando, y algunas culturas tienen jerarquías de alimentos. Por ejemplo, en el sur y sureste de Asia, entre el 45% y el 60% de las mujeres en edad reproductiva están por debajo de su peso normal y el 80% de las embarazadas tienen deficiencia de hierro. En el África subsahariana, las mujeres levantan cargas mucho más pesadas que los hombres pero consumen menos calorías, ya que debido a las reglas culturales, los hombres reciben más alimentos (FAO, 2000).
En Kenia, el 85% de la energía de las mujeres se utiliza para ir a buscar agua; En épocas de sequía, se coloca una mayor carga de trabajo sobre los hombros de mujeres, algunas pasan hasta ocho horas al día en busca de agua (Duncan, 2007).
Los fenómenos meteorológicos extremos a menudo crean condiciones propicias para los brotes de enfermedades infecciosas; las fuertes lluvias producen zonas de reproducción de insectos, y contaminan las fuentes de agua limpia, mientras que la sequía, por otro lado, puede causar esporas de hongos y provocar incendios. Las mujeres, especialmente las embarazadas, son altamente vulnerables a las enfermedades transmitidas por el agua y a eventos térmicos o extremos.
En los campamentos de refugiados construidos como resultado de desastres naturales y conflictos, las mujeres y niñas refugiadas están expuestas a mayores riesgos en comparación con los hombres. Las tensiones sociales en tales situaciones agravan los niveles de estrés en la familia, lo que puede dar lugar a incidentes de violencia doméstica.
Sin embargo, en algunos casos, las diferencias de género también aumentan la mortalidad de los hombres en situaciones de desastre. Muchos hombres están expuestos a situaciones de riesgo e incluso mueren porque creen que no necesitan tomar precauciones por ser el "sexo más fuerte" y también porque la sociedad espera que realicen acciones de rescate heroicas. Por ejemplo, hubo más muertes inmediatas de hombres cuando el huracán Mitch azotó Centroamérica, no solo porque se dedicaban a actividades al aire libre, sino porque tomaron menos precauciones al enfrentar los riesgos (Bradshaw, 2004).
El numeral No. 101 de la Nueva Agenda Urbana señala:
101. Integraremos consideraciones y medidas de reducción del riesgo de desastres y adaptación al cambio climático y la mitigación de sus efectos en procesos de planificación y ordenación territorial y urbana en los que se tendrán en cuenta la edad y el género.
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